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Un Giro En El Tiempo

Язык: Неизвестно
Тип: Текст
Год издания: 2019
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Un Giro En El Tiempo
Guido Pagliarino

Guido Pagliarino

Un giro en el tiempo

Novela

Traducción del italiano al español de Mariano Bas

1a edición en italiano, en papel, en audiolibro y en e-book, Svolte nel tempo, copyright 0111 Edizioni 2011-2013.

(Esta primera edición de la novela ganó el primer premio absoluto Creativa 2012, de narrativa publicada).

Desde 2014, todos los derechos literarios, cinematográficos, televisivos, de radio, Internet o cualquier otro medio de difusión en todo el mundo fueron devueltos al autor.

2a edición, en e-book, Svolte nel tempo, Smashwords Edition y Kindle Edition, copyright Guido Pagliarino.

La imagen de la portada y el logotipo correspondiente han sido creados informáticamente por el autor.

Los personajes, nombres personales y colectivos, acontecimientos y situaciones generales o individuales del pasado o del presente son imaginarios. Cualquier referencia a personas vivas o que hayan vivido en el pasado, aparte de los personajes históricos, es involuntaria y los hechos y palabras atribuidas a dichos personajes históricos son igualmente inventados.

Índice

Un giro en el tiempo, novela (#ulink_e4e207ea-9990-5ae1-81d8-783584cd89fb)

Primera Parte: “Universos paralelos” (#ulink_5627b1c8-1007-57af-b9d9-4e74a843cfb5)

Segunda parte: “Pecado original” (#litres_trial_promo)

Prólogo del autor a la primera edición (#litres_trial_promo)

Epílogo del autor a la segunda edición (Sobre el mal en la novela “Un giro en el tiempo”) (#litres_trial_promo)

Epílogo de Cristina Bellon ( (#litres_trial_promo)de su artículo en el número 59 de la revista “Future Shock”) (#litres_trial_promo)

Epílogo de Antonio Scacco (#litres_trial_promo) (extracto de su artículo en el número 60 de la revista “Future Shock”) (#litres_trial_promo)

Un giro en el tiempo, novela (#ulink_c8050118-fca6-5040-ba60-1a628dbed6a2)

Primera Parte: “Universos paralelos” (#ulink_c8050118-fca6-5040-ba60-1a628dbed6a2)

Capítulo 1

En la Sala del Mapamundi del Palacio Venecia, el amplio despacho romano del jefe del gobierno, había sonado el teléfono blanco reservado, que comunicaba directamente con unos pocos números importantes. Eran las 15 horas y 28 minutos del 13 de junio de 1933, XI de la Era Fascista.

Benito Mussolini, sentado en su escritorio, había descolgado el auricular del aparato, colocado directamente a su derecha, junto a otro teléfono, negro, cuya línea pasaba por la centralita.

Al otro lado de la línea estaba el doctor Arturo Bocchini, personaje importante en lo más alto del Real Cuerpo de la Guardia de la Seguridad Pública1 (#litres_trial_promo) y, por ello, al frente de la poderosa y temible división de la policía política, la OVRA: para intimidar más a la gente, el significado de estas siglas nunca se había aclarado, tal vez era Órgano de Vigilancia de Reos Antiestatales, pero su función de tutela del régimen fascista era conocida por todos.

“Duce, le2 (#litres_trial_promo) saludo: soy Bocchini”, se había presentado.

“¡Dígame, Bocchini!”: las llamadas del jefe de la OVRA casi siempre traían molestias, cuando no problemas y Mussolini sufría cierto nerviosismo al oír aquella voz, una turbación que trataba de esconder usando un tono particularmente imperioso.

Sin prolegómenos, este le había comunicado un hecho extraordinario: “Duce, esta misma mañana un extraño aparato volante ha aparecido en el cielo de Lombardía. Como hoy el día estaba casi totalmente cubierto, ese aeroplano, que tenía una forma extraña, se perdió varias veces entre las nubes, reapareciendo de tanto en tanto...”.

“... ¿Y cuál era esa forma extraña?”.

“El aparato volante se parecía al disco de un discóbolo”.

“¡Un momento! ¿No sería un helicóptero del ingeniero D’Ascanio?”3 (#litres_trial_promo).

“Duce, podemos descartarlo: el último de sus modelos ha sido el famoso DAT 3, que no pudo ascender nada más que unos pocos metros y, en todo caso, la Sociedad D’Ascanio-Troiani desapareció el año pasado, al haber agotado todo su capital; por otro lado, no nos consta, al menos por el momento, que se construyan aparatos así en el extranjero”.

“¿Qué hace ahora D’Ascanio?”.

“Trabaja en Piaggio, en proyectos de bombarderos convencionales”.

“¿Alguna otra cosa sobre ese aparato desconocido?”.

“Tiene un diámetro de una decena de metros, es de color claro, entre blanco y plata. Ha sido avistado primero desde el Observatorio de Brera y, no mucho después, por paseantes en diversas zonas de Milán: uno de ellos, el capitán de las Fuerzas Alpinas, Alighiero Merolli, ha avisado a los Carabineros, lo que ha puesto en alerta a los míos y también a la Milicia4 (#litres_trial_promo) y la Aeronáutica Real”.

“Bien”.

“Ha despegado una escuadrilla de Fiat CR 205 (#litres_trial_promo) para patrullar el cielo de Milán y alrededores, tratando de avistar y fotografiar esa aeronave y hacerla aterrizar: una misión nada sencilla, dado el tiempo nublado. Por fortuna, el disco salió de repente de un cúmulo justo sobre los aviones: volaba de forma anormal, parecía tener problemas, iba dando bandazos, un poco, me han dicho, como una peonza cuando empieza a oscilar y acaba parándose de golpe. El comandante de la escuadrilla, el capitán Attilio Forgini, ha ordenado a la aeronave desconocida que le siguiera, tanto por radio en italiano y en francés6 (#litres_trial_promo), como realizando movimientos de vuelo que indicaban visiblemente esta orden; no ha habido sin embargo tiempo, ni para escoltarlo al aeropuerto más cercano, ni para abatirlo, algo que habría sido posible porque ya estaba para entonces fuera de Milán: a pesar de los problemas que parecía tener, el piloto extranjero ha acelerado de golpe el disco hasta una velocidad que los nuestros han estimado en mil kilómetros por hora”.

“¡Mil…!”

“Sí, Duce, nada menos, parece seguro, ya que me he asegurado a través de sus comandantes de que los pilotos tienen experiencia y capacidad probadas, empezando por el jefe de la escuadrilla”.

“¿A qué velocidad vuelan exactamente nuestros aviones?”.

“Bueno, Duce, son rapidísimos, pero la velocidad máxima que alcanzan son doscientos setenta por hora. Sé por mis fuentes en la Fiat que en Turín están realizando vuelos experimentales con un nuevo modelo, el CR 32, pero ni siquiera este biplano, aunque sea muy veloz, se aproxima ni lejanamente a esa aeronave desconocida, pues en realidad no supera los 375 por hora, aparte de que, por ahora, solo hay algunos prototipos experimentales y no se prevé que la producción en serie empiece hasta como mínimo el año que viene”.

Mussolini había apretado los dientes: “¡Un daño a la imagen de Italia y un peligro militar! ¡No podemos quedarnos atrás en la innovación aeronáutica! Escuche, Bocchini, mientras telefoneo a Balbo, dé de inmediato la orden a los comandos aéreos del norte de que hagan despegar más escuadrillas: tal vez alguna consiga avistarlo de nuevo, quién sabe, y esta vez abat...”

“... No, Duce, perdone...”

“¡¿Cómo que no?!”

“Perdone, entiendo que la aeronave ya ha sido captur...”

“... Podía haberlo dicho antes, ¿no?”

“Eeh... sí, Duce, en realidad estaba a punto de decírselo”.

“¡Adelante!”

“Una vez perdido de vista, esa especie de disco volante no siguió escondiéndose por mucho tiempo y no mucho después aterrizó en pleno campo, o mejor dicho, se le ha visto desplomarse en caída libre en los últimos metros, como si el motor se hubiera parado de golpe, sobre un campo de trigo entre las localidades de Sesto Calende, Varese y Vergiate, muy cerca de esta última”.

“¿Quién lo ha visto?”.

“Un tal Annibale Moretti, un propietario de fincas agrarias con un terreno vecino al del impacto: un fascista veterano que participó en la Marcha sobre Roma. Había ido hacía un rato en bicicleta a ese terreno para ver el estado de la cosecha de trigo, ha escuchado un silbido, ha levantado la cabeza y ha podido ver la caída de la aeronave y su impacto en el campo vecino. No se ha acercado por temor a un incendio o una explosión, que no se han producido. Así que se ha montado inmediatamente en la bici y ha avisado a la comisaría local de Carabineros Reales, comandada por el subteniente primero Amilcare Palumbo. Este ha actuado de inmediato, ha mantenido en la comisaría solo los hombres estrictamente necesarios para mantener el orden público y ha hecho que los demás bloquearan el tráfico de vehículos civiles en la zona del impacto. Por suerte, desde la carretera más cercana, una estatal, no se podía ver nada de la aeronave, porque discurre a unos cuatrocientos metros y hay árboles de por medio, mientras que junto al lugar del suceso, según me han dicho, solo está el camino de tierra por el que había pasado Moretti en bicicleta y por el que raramente pasa alguien. El lugar ha sido rodeado por hombres de las tres fuerzas de seguridad, mientras que una centuria7 (#litres_trial_promo) de la milicia, llegada del cercano cuartel Giovanni Berta, ha empezado a rastrear campos y bosquecillos de la zona y luego, edificio por edificio, también Vergiate”.

“... ¿Y Moretti? ¿Puede que hable?”

“No, Duce: Palumbo le ha retenido con la excusa de que era necesario que colaborase para escribir una declaración. Bajo sus órdenes, evidentemente no dadas en presencia de Moretti, un carabinero, con el agricultor delante de él, se ha dedicado a escribir a máquina con lentitud, preguntando, escribiendo, corrigiendo, etc. Entretanto, el subteniente avisaba a las demás fuerzas de policía y a la Milicia y ordenaba a su segundo, el brigada Aldo Pelassa, que fuera al lugar para cortar el tráfico y acordonarlo; luego el subteniente pidió las órdenes consiguientes a sus superiores. Estos, antes de responderle, me han puesto al corriente, dado lo delicado de la situación y he transmitido inmediatamente al subteniente la orden de tomar declaraciones en el cuartel de la Milicia, con la excusa de profundizar en las investigaciones, para indicarles qué tenían que decir exactamente. Me ha telefoneado hace poco el señor primero8 (#litres_trial_promo) Ilario Trevisan, comandante de la cohorte9 (#litres_trial_promo), y me ha dicho que Moretti ha llegado y está esperando en la sala de reuniones junto al cuerpo de guardia. Ahora Duce, espero sus instrucciones, las órdenes que se precisen, para transmitirlas a Trevisan”.

“Hmm… este Moretti, me ha dicho, es un fascista veterano y hay que tenerle contento... pero si habla, al menos por el momento... ¡Bueno! Mire, Bocchini, haga esto: déjelo libre, pero solo después de que hayamos difundido la noticia como nos convenga: haga que se comunique a radios y periódicos, lo habitual con la Stefani, que ha caído un meteorito del cielo y entretanto adoctrine apropiadamente a Moretti”.

La Stefani era la agencia de prensa oficial del régimen, encargada de dar a los medios de comunicación las noticias de la forma más conveniente y de controlar minuciosamente su difusión, así como de ordenar el secuestro de cualquier información desagradable que, por desgracia, hubiera empezado a circular. La dirigía el periodista fascista Manlio Moranti, nacido en el mismo lugar que Mussolini, en Forli.

“A sus órdenes, Duce”, había respondido Bocchini.

“Hábleme ahora del piloto de la aeronave”.

“En el interior había tres personas y ninguna estaba viva: dos cadáveres de hombres y uno de mujer, todos con ropas ligeras que los químicos analizarán en cuanto sea posible: calzaban mocasines y llevaban camisetas y pantalones, incluida la mujer, ropas parecidas a las que se ponen en vacaciones en la playa incluso las señoras más modernas...”.

“…mujeres descocadas”.

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